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viernes, 16 de octubre de 2015

De Riveira (Coruña) a Sines (Portugal) (5)

Una cosa es lo que prevé y otra lo que la realidad te impone, aunque sea a causa de tus propias decisiones. Se había hablado de intentar llegar hasta Cascais o, incluso, Lisboa, pero la experiencia ya nos había enseñado hasta donde llegaba nuestra comodidad, o la capacidad de aguante. Debido a estas lecciones decidimos acortar un poquito nuestra singladura y poner rumbo a Peniche. Este pueblo se halla en el último cabo que la costa lusa dibuja antes del estuario del Tajo.  Así pues, buscando este destino, nos despedimos del puente de Figueira da Foz y dejamos que la corriente nos llevase hasta el Atlántico. 



El día estaba algo arrugado. No por bruma ni niebla sino que navegábamos con olas oscilando entre el metro y medio y los dos metros y vientos que subían de los quince nudos llegando hasta los 20. Como siempre tras la salida gobernado por Pepón el barco fue a manos de Susana. Ella disfruta cada vez que lleva el gobierno. Se la ve sonreír y va haciendo comentarios sobre las sensaciones que experimenta: ¿has visto como he surfeado esta ola? mmmm Esta me ha pillado. A ver si alcanzo los 9 nudos. Eso si, si hay conversación ella participa animadamente porque su experiencia la permite ir relajada al timón, no como yo. 
Fue después de comer cuando me pasó la rueda y tuve que enfrentarme yo con esas condiciones marinas ante las que no tenía experiencia alguna. Es decir, he navegado en esas condiciones, y mas duras, pero nunca he gobernado yo la embarcación sino que he ido de marinero cumpliendo órdenes y sin tomar decisión alguna. Es verdad que en esta ocasión, dentro de los cursos intensivos que Pepón me había programado, llevaba la ventaja de tener al profesor al lado y a una experta conmigo.


 Así que tome la rueda y comencé a sentir, mucho mas que el viento, las olas. De inmediato recordé a mi otro gran maestro, Patxi, con quién estuve practicando como enfrentarme a la ola que te llegue por popa. El  me enseñó que debía presentar la popa, dejar que en la cima te lleve para después dejarte caer algo de costado para volver a empezar a la siguiente. Rememoré sin dificultad esas horas en las que Patxi, guiándome, primero me recomendó mirar la llegada de la ola para mas tarde, cuando mas o menos había cogido la mecánica de la técnica, pedirme que probase a no mirar e intentase sentir su llegada con el culo. Se me volvió a dibujar la sonrisa en la boca mientras ahora, con un mar algo mas revuelto, comprobaba que su enseñanza se me había quedado grabada y durante esas horas debía volver a ponerla en práctica. No puedo decir que navegase como un experimentado marino pero tengo la sensación de que no fue muy mal. Alguna ola pudo mas que yo o me cogió desprevenido pero en general mantuve el rumbo disfrutando del momento y sin dar demasiados sustos a mis compañeros.
A lo largo de esas horas el viento fue aumentando hasta que cuando ya divisábamos la isla de Berlengas, que crea un estrecho entre su costa y el pico del cabo Carboeiros, en la minúscula península de Peniche, creo que sufrimos las ráfagas mas fuertes que habíamos tenido hasta el momento. Pepón me sugirió mantener el barco alejado de la costa portuguesa y procurar mantenerme en medio del canal formado entre la isla y la tierra. Me explicó que con la fuerza y dirección que las olas llevaban el rebote cerca de la costa iba a ser importante. También me avisó de que probablemente sintiese el empuje de una corriente al pasar el estrecho. Todo ocurrió como el lo había previsto. El barco comenzó a mantener 8 - 9 nudos llevando el génova izado nada mas. Mi nivel de concentración era de tal magnitud que Susana, muerta de risa, me hizo un pequeño reportaje para que luego recordara la profunda atención en la que me había sumergido. Nada mas doblar el cabo Carboeiros Pepón me indicó que virase hacia babor, o sea, hacia tierra. Yo le obedecí tan rápidamente como fui capaz y él, en seguida, me explicó el por qué de su decisión: había que buscar la protección de la tierra y como cuando los puertos portugueses no están dentro de los ríos casi todos tienen su entrada con orientación sur a fin de protegerlos de los vientos predominantes del norte, este también lo tenía pero ademas estaba a buen resguardo en la península de su mismo nombre. Lo mejor es que casi de inmediato pude disfrutar del resultado y sentir un mar mucho mas aplacado y el viento mas llevadero.
Llevar el barco hasta la bocana tuvo otro aliciente: había que ir esquivando boyas en tal cantidad que hasta uno podía preguntarse si es que querían impedir que los barcos se acercasen a ella. Pese a ello lo logré y casi en la bocana Pepón volvió a tomar la rueda para llegar hasta el amarre. En este caso hubo otra novedad: no había amarre libre y nos teníamos que abarloar a otro velero. De viva voz pedimos permiso al patrón del elegido, sueco y hablando en inglés por lo que mas bien lo hicimos por señas aunque Susana se maneja bien con ese idioma, y con su ayuda terminamos la singladura del día sin mas problemas.
Peniche es un pueblecito con reminiscencias de fortaleza militar. Tiene murallas y construcciones con aspecto de fortaleza aunque después, paseando por sus calles, te das cuenta del fuerte carácter turístico. Paseamos hasta un supermercado donde compramos algunos avituallamiento de los que ya carecíamos y cenamos los cuatro en un restaurante italiano que nos dejó muy satisfechos. Me apetecía mucho pasta. Volvimos pronto sobre todo por no incordiar a los habitantes del barco que nos hacía de muelle. Solo decir que quizá Peniche fue el puerto peor dotado de todos los que visitamos. Las duchas eran pequeños wateres con un mini hueco donde empotrarse para que te cayese el agua y hasta era muy complicado doblarse para limpiarse los pies. aun así nos aseamos para que al día siguiente el barco no oliese demasiado a humanidad.
Y al día siguiente, oliendo a flores, zarpamos hacia Sesimbra.
El estuario del Tajo forma la clásica boca que casi todo el mundo identifica con Portugal o con Lisboa para ser preciso. El mar presentaba una cara algo mas amable, vientos de unos diez nudos y olas mas llevaderas aunque algunas importantes para recordarnos donde estábamos. Paco tomó la rueda por vez primera durante la mañana, casi hasta estar llegando al estuario donde cedió el gobierno a Susana que fue quien guió el barco durante la travesía de la desembocadura del Tajo. Un hermoso paisaje se desplegó ante nuestros ojos. El puente de Lisboa dominaba el fondo y enmarcaba la imagen de esa hermosa ciudad que desde el mar parece colgada sobre el agua. Disfruté de uno esos momentos ante los cuales solo te queda el silencio como mejor expresión. Susana mantenía el rumbo hacia el cabo Espichel, el pico sureño que debíamos doblar para luego virar hacia el este y llegar a Sesimbra.


El cabo, por la parte del estuario, era un impresionante farallón de rocas arañadas por el viento. Alguna construcción blanqueaba en lo alto y el faro lucía el clásico traje blanco de sus compañeros pero en cuanto lo doblamos la otra cara era un panal repleto de agujeros.


Como siempre nuestro programa de Navionics era el que nos iba indicando la ruta ademas de veriles de fondo, rocas que evitar, boyas y demás incidentes posibles. Al principio nadie veía el puerto pero el programa me seguía indicando una dirección concreta y yo a su vez se lo transmitía a Susana. Cuando apareció ante nuestros ojos ya estaba anocheciendo, habíamos recorrido 75 millas y teníamos ganas de llegar.


Un puerto agradable, buenas instalaciones y, de nuevo una fantástica atención del personal. Solo tenía un "pero": estaba alejado del puerto y eso nos condicionó a cenar en el barco. Fue un momento agradable con colaboración de todos en la elaboración de la cena. hasta decidimos probar algo que no habíamos degustado nunca y que consistía en una especie de comida japonesa (o china) a la que solo había que añadirle agua caliente y que se convertía en pasta con verdura o algo parecido. No estaba mal aunque nada que ver con el arroz que nos zampamos en Oporto. Y cansados optamos por el sueño a hora temprana para enfrentarnos a otro salto del que ya hablaré en la última entrada relacionada con este viaje. Así que: ¡Hasta pronto!

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