Hace ya algunos meses mi yerno me sorprendió sacándose el título del PER. El me comentaba que siempre había tenido mucha afición a navegar y que sabiendo que yo disponía de un velero, el se había animado a conseguir la titulación necesaria. Y la sacó a la primera.
No es que haya navegado mucho conmigo, pero si que alguna vez me ha acompañado. El sábado de la semana pasada zarpamos solos los dos por vez primera y lo cierto es que disfruté un montón de su compañía ayudado por uno de esos días malagueños de lujo: calor, sol y un viento de unos 8 nudos que nos mantuvo activos durante toda la singladura haciendo viradas, trasluchadas y hasta un tramo probando las orejas de burro. Lo curioso es que, ya por la tarde, me llamó con otra salida organizada para el día siguiente, domingo, acompañado de unos amigos, Pepe y Diego, ambos muy aficionados a la pesca. Como os podréis imaginar mi respuesta fue afirmativa, incluso de forma entusiasta.
El plan era vernos a las siete de la mañana para dirigirnos al puerto y estar navegando y pescando hasta las doce mas o menos.
Y cumplimos lo pactado. Con muy poco viento para empezar zarpamos en seguida y pronto estaban las líneas de pesca en el mar. Pepe, gran entendido en el tema, era el encargado principal de ese tema ayudado por Aarón, mi yerno. Diego, también aficionado a la pesca con muchísima experiencia, dejaba hacer a los compañeros mientras disfrutaba simplemente de la navegación. Para mi sorpresa muy pronto comenzó la actividad. El sonido de la bobina desenrollándose nos gritaba que había picado un pez que, tras unos minutos de trabajo por parte del responsable, pronto estaba a buen recaudo en el cubo habilitado para tal efecto.
Tras dos capturas mas, ambas de caballas como la primera, una brisa suavecita pero con cierta persistencia me animó a izar velas y proporcionar a mis invitados ese regalo que supone apagar el motor y dejar que el sonoro silencio del viento empujando nuestro casco nos maraville y capture. Así nos pasamos navegando durante una hora y media, mas o menos, hablando de todo un poco, aprendiendo sobre temas de pesca a través de las experiencias y anécdotas de Pepe y Diego, estudiando que mejoras podíamos aplicar al Quimura para hacerlo mas efectivo desde el punto de vista de la pesca. Por cierto, debo dejar clara mi postura sobre el tema: No es que yo sea un aficionado a ese arte, simplemente lo veo como un medio de adquirir alimento enmarcado en mi proyecto de futuro, lo que no quita que no quiera aprender todo lo posible para hacerlo mas efectivo y sencillo.
Como no podía ser menos, Quimura se tenía que hacer notar y de repente me di cuenta de que el puño de amura del génova estaba suelto del enrollador. Sin dudarlo le pedí a Aarón que tomase la caña y yo salté a proa para estudiar qué había ocurrido y qué arreglo tenía: el pasador del grillete de unión de la vela al enrollador se había ido, aunque el grillete seguía enganchado en la vela. Lo busqué durante algunos segundos pero abandoné esa idea y decidí sustituirlo momentáneamente por otro, si tenía, y si no por algún tornillo que valiese. Fue lo segundo. El problema surgió nada mas volver a fijarlo: ¿recogía el génova o continuaba navegando a vela? Me ganó la duda y arranqué el motor tras enrollar el trapo. Eso si, se lo expliqué a mis compañeros claramente. Eso no impidió que prosiguiéramos con nuestra singladura pesquera y disfrutona de la que os dejo otro video de la captura de nuestra cuarta caballa.
A pesar de haber tenido varios escapes de pescados que se resistieron con mucha determinación, al final fueron seis caballas las que me llevé a casa porque los pescadores auténticos decidieron que ese era su destinatario correcto. O sea, que llevé a mi mujer la comida del día, que, por cierto, estaba de lujo.
El regreso, dos horas mas tarde de la hora prevista por decisión unánime y colectiva, no tuvo incidente alguno. Mis tripulantes eran todo colaboración para conmigo y la consecuencia de un magnífico día fue, como no podía ser menos, repetirlo en cuanto fuera posible. Cosa que ocurrió al domingo siguiente. Un éxito.
El plan era vernos a las siete de la mañana para dirigirnos al puerto y estar navegando y pescando hasta las doce mas o menos.
Y cumplimos lo pactado. Con muy poco viento para empezar zarpamos en seguida y pronto estaban las líneas de pesca en el mar. Pepe, gran entendido en el tema, era el encargado principal de ese tema ayudado por Aarón, mi yerno. Diego, también aficionado a la pesca con muchísima experiencia, dejaba hacer a los compañeros mientras disfrutaba simplemente de la navegación. Para mi sorpresa muy pronto comenzó la actividad. El sonido de la bobina desenrollándose nos gritaba que había picado un pez que, tras unos minutos de trabajo por parte del responsable, pronto estaba a buen recaudo en el cubo habilitado para tal efecto.
Tras dos capturas mas, ambas de caballas como la primera, una brisa suavecita pero con cierta persistencia me animó a izar velas y proporcionar a mis invitados ese regalo que supone apagar el motor y dejar que el sonoro silencio del viento empujando nuestro casco nos maraville y capture. Así nos pasamos navegando durante una hora y media, mas o menos, hablando de todo un poco, aprendiendo sobre temas de pesca a través de las experiencias y anécdotas de Pepe y Diego, estudiando que mejoras podíamos aplicar al Quimura para hacerlo mas efectivo desde el punto de vista de la pesca. Por cierto, debo dejar clara mi postura sobre el tema: No es que yo sea un aficionado a ese arte, simplemente lo veo como un medio de adquirir alimento enmarcado en mi proyecto de futuro, lo que no quita que no quiera aprender todo lo posible para hacerlo mas efectivo y sencillo.
Como no podía ser menos, Quimura se tenía que hacer notar y de repente me di cuenta de que el puño de amura del génova estaba suelto del enrollador. Sin dudarlo le pedí a Aarón que tomase la caña y yo salté a proa para estudiar qué había ocurrido y qué arreglo tenía: el pasador del grillete de unión de la vela al enrollador se había ido, aunque el grillete seguía enganchado en la vela. Lo busqué durante algunos segundos pero abandoné esa idea y decidí sustituirlo momentáneamente por otro, si tenía, y si no por algún tornillo que valiese. Fue lo segundo. El problema surgió nada mas volver a fijarlo: ¿recogía el génova o continuaba navegando a vela? Me ganó la duda y arranqué el motor tras enrollar el trapo. Eso si, se lo expliqué a mis compañeros claramente. Eso no impidió que prosiguiéramos con nuestra singladura pesquera y disfrutona de la que os dejo otro video de la captura de nuestra cuarta caballa.
A pesar de haber tenido varios escapes de pescados que se resistieron con mucha determinación, al final fueron seis caballas las que me llevé a casa porque los pescadores auténticos decidieron que ese era su destinatario correcto. O sea, que llevé a mi mujer la comida del día, que, por cierto, estaba de lujo.
El regreso, dos horas mas tarde de la hora prevista por decisión unánime y colectiva, no tuvo incidente alguno. Mis tripulantes eran todo colaboración para conmigo y la consecuencia de un magnífico día fue, como no podía ser menos, repetirlo en cuanto fuera posible. Cosa que ocurrió al domingo siguiente. Un éxito.
Fenómeno Angel, yo también pescaba caballa por Cádiz, están buenísimas a la plancha.
ResponderEliminarPor cierto, pasado mañana puede que Miss Regina recale en Caleta de Vélez, nos encantaría tomarnos unas cañitas contigo. A ver si pudiéramos ponernos en contacto.
Un abrazo,
Javi - Miss Regina
Me encantará conoceros en persona y poder tomar unas cañitas en Caleta. Os espero
ResponderEliminarHola Ángel, ahora mismo vamos rumbo a Granada, la intención es fondear hoy en La Herradura si no hay demasiado mar y mañana recalar en Caleta.
EliminarTe mandé un correo con mi teléfono a través de la Taberna pero parece que no te llegó. Si puedes mándame el tuyo o tu correo a esta direccion: missregina@outlook.com para poder contactar contigo cuando estemos por allí, si no te contactamos por aquí.
Javi - Miss Regina