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martes, 3 de noviembre de 2015

De Riveira (Coruña) a Sines (Portugal) (6) y Fin sin corregir

Iniciamos la última singladura, aunque todavía no lo sabíamos, mas pensando en el cabo de San Vicente que en finalizar nuestro viaje. Como ya se había establecido como tradición Pepón sacó el barco del puerto. El día era soleado y hermoso. Paco tomó el relevo de nuestro capitán al timón y lo mantuvo durante casi toda la travesía. El velero costeaba kilómetros y kilómetros de playas sin solución de continuidad y nosotros las contemplábamos embelesados. Debo reconocer que, desde la distancia, esas playa parecían superar a mis amadas playas de Zahara de los Atunes, por lo menos en extensión. 
No hay nada especial que comentar sobre esa travesía. Llegamos a Sines a primera hora de la tarde. Las últimas millas fue Susana quien gobernó el barco y el viento incrementó hasta los 22 nudos. 



En realidad el puerto de Sines es una creación humana. En un rincón de la amplia bahía se habían creado dos espigones que formaban su entrada. A estribor la zona de barcos deportivos. Pequeña y coqueta. A babor la zona de las pesqueros, la mayoría barcas y lanchas;mas amplia y casi sin infraestructura. Casi todos sus barcos estaban simplemente fondeados a su gusto. 



Casi inmediatamente de haber amarrado no pude por menos que fijarme en un barco casi vecino que me recordó absolutamente a mi Quimura: misma eslora y muy parecida estructura pero con un cuidado y un equipamiento que me dieron envidia y animo de forma simultanea. 


No pude evitar acercarme a verlo con detenimiento. Su propietario, un simpático sueco, salió a cubierta cuando notó mi interés y, gracias a mis estudios de idioma inglés del método Vaughan, pudimos comunicarnos. Me contó que llevaba una año navegando y que ahora se marchaba a Madeira donde dejaría el barco un tiempo que él usaría para volver a Suecia a ver a su mujer, a quien no gustaba navegar. Me sentí en comunión con él y pudimos conversar en otro par de ocasiones con mas tranquilidad. Una vez mas comprobaba la afabilidad y facilidad de contacto que la gente dedicada a la navegación ofrecía a los que hallaba en cada puerto. Imagino que cuando practique mucho mas esa forma de vida podré encontrarme con las necesarias excepciones, pero hasta el momento solo puedo hablar de humanidad y cercanía. 

Sines es el pueblo natal de Vasco de Gama, uno de esos navegantes históricos de fama mundial. Todo el pueblo lo recuerda constantemente tanto en la playa como en el castillo, calles, casa donde nació, estatuas o bares. 


El habitual paseo previo a la cena fue un recorrido por el paseo marítimo seguido de una subida por  las escaleras que rodeaban un ascensor, a esas horas fuera de uso, hasta alcanzar el pueblo propiamente dicho que está en lo alto de los acantilados sobre los que se asienta. Calles estrechas de casas bajas. Se ven muchas casa vacías en un estado bastante abandonado junto a otras muy atractivas y cuidadas. Poca gente encontramos hasta que a una mujer pudimos preguntarle donde podíamos cenar. Nos encaminó hasta un pequeño restaurante con dos mesas en la calle que miraban hacia el mar. Muy buen acierto. Volvimos a atrevernos con el arroz,  esta vez con pescado,que, sin alcanzar a las cantidades del de Oporto, nos dejó un magnífico sabor de boca, por lo menos a los tres que, como siempre, eramos los que nos habíamos lanzado a la aventura.

Pepón, tras el estudio habitual de las previsiones de tiempo, decidió no salir al día siguiente; se esperaban fuertes vientos con mal bastante alzada. Aunque también, justo es reconocerlo, había un trasfondo de no saber si continuaríamos la travesía ya que las obligaciones del capitán se estaban convirtiendo en urgentes.

El viernes lo pasamos de descanso y quietud con algún paseo que otro y comprobando que la predicción había acertado: duros vientos zarandeaban esa costa y los barcos pesqueros se veían entrar a toda prisa por resguardarse. Por la noche el capitán nos aclaró el futuro: él se iba al día siguiente. La consecuencia era obvia: nosotros, Susana y yo, nos íbamos con él. De esa forma el sábado por la mañana volvimos al pueblo pero con la intención de encontrar algún medio de vuelta. Primero fueron los alquileres de coches. Tras buscar un empresa que se dedicase a ello preguntamos. La primera no alquilaba para salir del país. La segunda, tras consulta telefónica, nos dijo que si y nos presentó un presupuesto de ...¡900 euros!. Nos sonó a "no nos lo alquiléis" y les hicimos caso. Pepón no lo dudó. Después de llamar a algún amigo que estaba dispuesto pero no con la facilidad que se requería, llamó a su mujer, Ángeles, quien de forma inmediata cogió el coche y se vino por nosotros. Claro que 600 kilómetros no se recorren en unos minutos así que, por hacer tiempo, nos dedicamos a visitar lo que el pueblo ofrecía turística y culturalmente. El castillo, el museo Arqueológico y sus calles mas comerciales.



Una de esas calles me gustó mucho; estaba dedicada mayormente a comercios artesanos, productos hechos a mano con cariño, imaginación y arte. En uno de ellos le compré un regalo a mi almiranta, amante también de la artesanía como corresponde a un miembro de ese gremio. Ya por la tarde, sobre las seis y media, ya volvimos al barco a coger todo el equipaje y sacarlo fuera para esperar la llegada de Ángeles con el coche que nos devolvería a Málaga. Eso ocurrió ya por la noche, sobre las diez y algo, no lo recuerdo con exactitud. Cenamos en otro de los restaurantes de Sines y emprendimos un viaje en coche que me dejaría de nuevo en mi casa sobre las siete y media de la mañana tras horas de charla, comentarios, recuerdos, anécdotas y silencios.

¿Me hubiese gustado finalizar la travesía? Sin duda: Si. ¿Entiendo la decisión de nuestro capitán? Sin duda de nuevo: Si. ¿He disfrutado? Como un loco. ¿Me ha servido de algo? De muchísimo mas de lo que creo y creo que me ha servido enormemente. Así que solo puedo terminar mi relato con una sola frase: Muchísimas gracias, Pepón y Susana por haber contado conmigo para acompañaros en ese proyecto. Espero y deseo que no sea el último (Bueno, dos frases)


2 comentarios:

  1. Me alegro mucho de que hayas disfrutado con tu viaje; siempre es bueno navegar por costas desconocidas, te hace más interesante la aventura. Y también de que te haya servido para volverte más sabio.

    Un abrazo y espero más singladuras.

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  2. Jo Ana tanto como mas sabio.....ahora ya tengo ganas de hacerlas con mi Quimura aunque todavía le queda trabajo para reventar, pero todo lo hago para llegar a navegar por Grecia, que es el corazón de mi sueño marino.
    Un abrazo y, por favor, sigue escribiendo.

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