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martes, 22 de septiembre de 2015

De Riveira (Coruña) a Sines (Portugal) (3)

Nos habíamos quedado zarpando de Riveira en una mañana neblinosa y con viento muy escaso. A bordo todos estábamos abrigados o, mejor dicho, protegidos contra la humedad ademas de asegurados con el chaleco salvavidas.



Como no disponíamos de carta alguna y el GPS no se veía, nos guiábamos solo con el programa Navionics que, pese a que en sus textos puede leerse claramente que son una ayuda que no sustituye ni a cartas marinas ni al aparato que a nosotros no nos funcionaba, nos resultó un apoyo magnífico y utilísimo; y eso teniendo en cuenta que ninguno sabía manejarlo adecuadamente. 
La Ria de Arousa por la que navegábamos, envuelta en abrigo de niebla, nos obligaba a estar en permanente alerta sorteando boyas, algún que otro islote e incluso barcos que habían estado amarrados en nuestro mismo puerto de salida. como el que nos adelantó antes de llegar a la boca de la ria.


Cuando pudimos identificar la isla de Aro supimos que ya habíamos llegado al océano Atlántico. Para mi sorpresa casi enseguida Pepón me dijo que le sustituyese a la rueda. Evidentemente mi respuesta fue que sin problemas, siempre que el se fiase de mi capacidad para llevar el velero en esas condiciones. No hace falta que os diga su contestación. Y así comenzó lo que después, en tono de humor, dimos en llamar mi curso de iniciación a la navegación con niebla.
Susana iba haciendo sonar la bocina antiniebla cada dos minutos mas o menos ademas de irme indicando la aparición de boyas de pescadores o de sombras que, poco a poco, se iban solidificando hasta convertirse en otros barcos mercantes que en poco tiempo volvían a desaparecer. Viramos rumbo al sur en cuanto tuvimos a la isla de Aro por la aleta de babor. Nuestro destino era un puerto portugués situado en el pueblo de Viana do Castelo. Algo mas de las sesenta millas que nos habíamos planteado hacer como media diaria. La mañana se iba lentamente abriendo; era como navegar atravesando jirones de niebla. Debo reconocer que la experiencia de patronear en esas condiciones supuso para mi el derrumbe de algunos miedos mas bien creados por la fama (mala). Con poquito viento y el ruido del motor como colchón sonoro, toda nuestra atención (la mía en particular) se centraba en escudriñar esa pared impalpable que se abría a nuestro paso sin dejarnos ver mas allá para descubrir cualquier cosa que pudiera considerarse un peligro, por leve que pudiera parecernos.


Cuando hablo del derrumbe de miedos no quiero decir, por supuesto, que ahora me guste navegar con niebla, solo manifiesto mi sensación del momento aquel: llevando yo la rueda por el océano me di cuenta de que, si en otra ocasión me encontrase alcanzado por ese fenómeno meteorológico, ya no tendría tanto pánico. Durante unas tres horas y media el barco se mantuvo bajo mi gobierno sin demasiados percances. Y el día se aclaraba cada vez mas. Y el viento iba soplando cada vez mas. Hasta tal punto que Pepón decidió subir las velas. Tomó el timón y Susana y yo realizamos la maniobra en muy poco tiempo y comenzamos a sentir el empuje del verdadero motor de un velero. Con un problema: el génova estaba mal engrilletado y daba una inusual vuelta que dejaba el puño de amura algo enrollado en el estay. Paco, el dueño, propuso que arriásemos la vela para sujetarla como es debido a lo que nuestro capitán dijo que no. Tras un cambio de impresiones entre ambos, Pepón le dijo que mirase y aprendiese (y a mi también). Mando a Susana a la proa y a mi me ordenó seguir sus indicaciones.


Primero me pidió que amollase algo la escota, no mucho, un par de palmos; luego que aflojase la driza del foque también un poquito, incluso menos que la escota; en ese momento susana pudo soltar el grillete sin problema alguno y volverlo a colocar como es debido, tras lo que el capitán me dijo que volviese a tensar la driza y cazar la escota con lo que resolvimos el problema casi sin perder velocidad ni, por supuesto, rumbo. Así se aprende de maravilla. Poco después Susana me sustituyó en el gobierno. Navegar a vela y sin niebla esa tarde fue un regalo del señor Poseidón. Y para redondear su presente tuvo a bien enviarnos a un grupo de esos hermosos miembros de su corte: los delfines. Nos acompañaron durante un buen tiempo que yo disfruté como un niño. ¿Que tendrán esos seres que provocan tal admiración y cariño en, prácticamente, todo ser humano?

 

Bajo el hábil patroneo de Susana y disfrutando de compañía tan agradable, fue pasando el tiempo hasta que pudimos avistar nuestro destino y, de paso, entender el por qué de su nombre: evidentemente tiene un castillo en lo alto de la colina que domina el pueblo. 


Navionics nos indicaba que todos lo puertos de Viana estaban en la desembocadura del río Lima y, como no podía ser de otra manera, el deportivo estaba el último, poco antes de llegar a un puente que atravesaba ese río. Una nueva experiencia que vivir. Como muchos de los conjuntos portuarios que luego conocimos este también tenía su bocana de acceso al río mirando hacia el sur. Susana lo llevó hasta casi la entrada y Pepón la sustituyó para que nosotros arriásemos todo el velamen. Y luego a probar la fuerza de la corriente en contra. Pepón pidió a Paco que llamase al puerto como propietario del velero y solicitase permiso de un amarre para la noche, pero no le contestaban (o la radio no terminaba de funcionar, pese a que habíamos podido oír alguna que otra comunicación, en inglés, claro). Ante esta eventualidad Pepón ya estaba pensando en abarloarse a uno de los cuatro veleros que estaban amarrados en un pequeño muelle habilitado en la rivera derecha antes de entrar propiamente en el puerto. La entrada, por cierto era compleja porque tenía un pequeño puente para peatones por encima que había que mover cada vez que un velero entraba o salía (las motoras no tenían ese problema). Estudiando la maniobra de abarloado escuchamos unas voces. Nos dimos cuenta de que era uno de los marineros del puerto dirigiéndose a nosotros. Nos pidió que nos mantuviésemos en el centro del río hasta que el abriese el puente y que nos dirigiría. Y así hicimos. Pareciera que una grúa izaba el puente paralelo al río y, colgando, lo hacía girar hasta colocarlo atravesado. En ese momento el marinero nos hizo gestos para indicarnos la maniobra de entrada. La idea era contrarrestar la corriente. Aparentemente nos pedía que nos estrelláramos contra el pilar de nuestro estribor pero la fuerza del agua nos llevó suavemente hasta la protección del puerto sin contratiempos. Lamentablemente no dispongo de fotos ilustrativas del momento pero espero que lo disculpéis entendiendo que andaba algo ocupado. Nuestro primer amarre en puerto portugués. 
Debo decir que la atención y amabilidad del personal me fueron muy agradables pero que me llamaron la atención, desde el primer momento, la calidad de las instalaciones: muy buena. Tras los acostumbrados pasos burocráticos de presentación de documentos y pago de tarifas, nos apetecía una ducha que nos dimos con gusto pues, como digo, todo estaba en condiciones fantásticas y funcionando a la perfección ademas de ser espacios amplios y cómodos para visitantes abundantes. 
La sorpresa nos vino cuando al plantear la visita al pueblo, Paco nos dijo que él estaba cansado y que no iba a ir, por lo que salimos solos nosotros tres. El pueblo también me sorprendió. Primero por lo limpio. Mucho. Luego por lo hermoso. Como podréis imaginar, tras el paseo, buscamos un restaurante no turístico donde cenar. Me dejaron elegir y, debo reconocerlo, creo que me equivoqué, aunque ellos decían que habían cenado bien, el bacalao que yo tomé ni era de lo mas fresco ni recién hecho. Pero como la compañía y la charla eran de los mas agradable, se me perdonó y yo a los cocineros. y aquí os dejo algunas fotos de Viana do Castelo con lo que finalizo esta entrada. Claro que, como su título indica aquí no termina la travesía. Continuará.








2 comentarios:

  1. Debió ser muy bonita la travesía por la costa portuguesa.

    El Navionics a mi no me parece suficiente para llevarlo como única ayuda a la navegación, yo ya he visto bastantes errores, sobre todo en sondas, recuerdo por ejemplo fallos en Ibiza y Mar Menor. Por supuesto hay que llevar siempre cartas.
    Nosotros llevamos un Plotter Garmin como equipo principal, el Open CPN, el Navionics y varios gps de respeto a parte de las cartas en papel.
    En cuanto a la niebla lo ideal es un AIS y un Radar, yo llevo los dos pero para mi como mínimo sería imprescindible el radar.

    Seguiré por aquí escuchando más detalles de la aventura.

    Un abrazo,
    Javi - Miss Regina

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  2. De acuerdo contigo Javi, pero el dueño no había previsto nada de eso cuando iniciamos la vuelta y el capi opinó que podíamos realizar la travesía en esas condiciones. O sea que yo tuve un curso de navegación básica, divertido e interesante sobre todo para aprender como tengo yo que preparar mi Quimura en buenas condiciones.
    Un saludo

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