Parada biológica

Solemos hacer planes. Muchos planes. Los creamos como si nada pudiera sucedernos, Diseñamos objetivos, estrategias, materiales o elementos a utilizar y, curiosamente, si analizásemos cuidadosamente esa planificación, creo que nuca encontraríamos incluida la posibilidad de accidente personal, enfermedad o impedimento físico. No tengo claro si esto no es mas que un recurso mental generalizado que busca alimentar nuestra confianza en el logro de nuestras metas o simplemente es el miedo a la debilidad física en cualquiera de sus manifestaciones. Pero sea cual sea su causa, lo cierto es que, cuando se hace presente, solo queda el remedio de la parada biológica.

Ya sabéis que lo digo por propia experiencia. Hoy mismo, día once de diciembre, al mismo tiempo de estar escribiendo esta entrada, se cumple un mes de mi accidente. Un mes sin disfrutar de singladuras, sin trabajar en el mantenimiento, sin mejorar confort interno del barco, sin aprender artes de navegante ni practicar maniobras técnicas.

Tengo hecho un organigrama que contempla todos los trabajos a realizar en el Quimura. Por supuesto que en ningún sitio aparece una entrada que diga: si me pongo enfermo todo se retrasará el tiempo que dure mi incapacidad. Y esta, evidentemente, ha aparecido.

La parada biológica supone un tiempo de reflexión, un tiempo que nos concedemos para mirar nuestros proyectos desde la distancia, como si no nos pertenecieran, y aprendiéramos a eliminar su rigidez temporal y estructural. Yo he dedicado mi convalecencia a este menester con el resultado de algunas reflexiones. 

La primera es la sorprendente sensación de que la vida me ha querido ofrecer una nueva lección sobre el mar. He leído tantas veces que en el mar sabes cuando zarpas pero nunca cuando llegas que debería parecerme algo fácil de entender, sin embargo aceptarlo realmente no es tan sencillo. Mucho menos cuando toda mi formación tiene que ver con este mundo cada vez mas deshumanizado: horarios de trabajo estrictos, vidas laborales cada vez mas amplias, tiempo libre totalmente definido, rigidez por todos sitios....en fin, ¡que os voy a contar!

Navegar debe tener incorporado un componente fundamental: la adaptabilidad. La meteorología, las olas, las averías, el viento o cualquier incidencia no prevista nos puede modificar el rumbo o, incluso, el destino y hay que ser capaz de cambiarlo sin sensación de agravio. No puedes sentirte ofendido por algo consustancial a la vida marítima. 

Esta detención de mis proyectos por causa de algo que ni recuerdo me ha hecho reflexionar y dedicar este tiempo  de recuperación al análisis de mis planes de futuro con el Quimura. Me he dado cuenta de que zarpé con él el día 1 de abril de este año y que ya le había puesto fecha de llegada final y plazos concretos a cada proceso. Error de novato. 

Lo que importa realmente es la constancia y la fidelidad al proyecto.  Mis pensamientos durante esta parada biológica me han enseñado que eso no lo he perdido aunque la rigidez de mis fríos cuadrantes y programas se haya ablandado bastante. No hay drama si no llegas en esa fecha exacta. Habría drama de haber abandonado el proyecto. Y eso si que no voy a permitirlo. 

 Si, es verdad, estoy mucho mejor.