Uno no piensa nunca en las incidencias a las que podemos enfrentarnos, o que nos pueden ocurrir, mientras nos dedicamos a aquello que realmente supone el objetivo de nuestra vida. Sin embargo es curioso como nuestros destinos evolucionan y toman cuerpo totalmente ajenos a nuestros proyectos.
Toda mi vida estaba perfectamente armonizada: los trabajos de reparación del Quimura, las salidas a navegar tanto en el como con los veleros de otros amigos, mis vacaciones laborales y el paso a la situación de jubilado parcial que me daría paso a viajar en mi barco por todo el mediterráneo.
De repente un día (¿o una noche?) todo se me empieza a confundir. Las imágenes con las que sueño (o con las que me comunico) comienzan a contar historias sorprendentes de mi vida e, incluso, proyectan retratos de mi mismo que yo no controlo. Durante un largo espacio de tiempo este batiburrillo sale sin control de mi cerebro hasta que parece que algo de lo que siento tiene un poco de coherencia. Me agarro a ese pequeño guía y descubro que estoy en una cama, muy dolorido, con la cara tumefacta e hinchada pero sin idea alguna de lo que me puede haber pasado.
Mi esposa está a mi lado. Ella se encarga de ponerme al día de toda mi aventura: parece que a la vuelta del trabajo, el día 11 de noviembre, mas cerca de mi casa que del Archivo Municipal, me he caído de la moto. Bueno, no están seguro de si me he caído de la moto o con ella, lo cierto es que no he tocado a nadie ni ha sido por causa de nadie. Tampoco hay terceras personas afectadas.
Lo que cuento a partir de ahora es lo que otros me han relatado sin yo disponer de elementos de juicio. Mi mujer me llamó a las cuatro de la tarde sin que yo respondiese. Ella imaginó que yo estaba en camino y que por eso no había contestado. Media hora mas tarde, ya preocupada por la hora sin que yo hubiese llegado, volvió a intentarlo y en esta ocasión le contestó una médica de la ambulancia de accidentes diciéndola que yo había tenido un accidente y que me llevaban al hospital de Carlos Haya. Como es natural mi mujer no espero ni un minuto. Se fue para el centro hospitalario a toda pastilla. Allí, entre las pruebas que me estaban haciendo, pudo verme entubado, cubierto de vendas toda la cabeza, el cuello protegido por un collarín y con la cabeza muy despistada. Así estuve prácticamente toda la tarde, eso si, con mi mujer dedicada a mi y controlando todos los procesos. De esta forma, cuando comencé a ir tomando consciencia gradualmente, ella es lo primero que yo recuerdo. Aun así, a lo largo de las siguientes horas, aún tenía momentos en los que la realidad quedaba cubierta por la fantasía.
Los médicos no estaban muy seguros de si darme el alta o pasarme a la zona de neurología. De hecho estuvieron valorando las diferentes posibilidades hasta el miércoles, ya de madrugada, en el que, bien por exceso de pacientes mas serios que yo o por decisión tomada en función de mi estado, me dieron el alta en el centro y junto a mi mujer nos llevaron en una ambulancia hasta nuestra casa.
He permanecido en casa desde ese momento. He tenido asistencia médica para curarme los puntos de la cara y para retirarlos cuando ya llevaban una semana puestos. He ido hasta el Fremap para que me diesen el parte de baja por accidente laboral para el Ayuntamiento, sobre el que el médico de la compañía de seguros me ha advertido que, probablemente, estaré de baja un mes mas o menos. He hecho el esfuerzo de ir hasta mi centro de trabajo donde he recibido el cariño de todos mis compañeros. Y sigo descansando todo lo que puedo. Mi cabeza cada vez controla mejor todas las herramientas de comunicación. Aun tengo mucho que mejorar pero si todo va siguiendo su evolución al ritmo actual dentro de unas semanas estaré de nuevo repuesto al cien por cien.
Este soy yo ahora mismo.
Día a día voy mejorando. En nada quiero ir a ver mi barco y, en cuanto pueda, volver otra vez a navegar y mejorar su equipación. Pero antes que nada debo recuperar mi salud personal.
Fácil si mantengo la ayuda y cariño de mi mujer y mi barco sigue significando el cambio de vida.
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martes, 18 de noviembre de 2014
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¡Ostras Angel! Que susto. Tomate tu tiempo, recuperare sin prisas y pronto volverás a ser el de siempre frente al espejo, salvo alguna cicatriz rebelde. Animo, que tu barco te espera con impaciencia.
ResponderEliminarUn abrazo
Muchas gracias Ana. Ya estoy mucho mejor aunque me siguen haciendo pruebas médicas. Pero ya empiezo otra vez a leer blogs que me gustan, como el tuyo, comienzo a pensar en volver a trabajar en mi barco pese a la negativa de los médicos que me cuidan y tengo ganas de volver a sentirme con energía que es el primer paso antes de estar realmente con ella. El animo de los amigos es fundamental. Un saludo para ti de tu desconocido amigo.
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