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martes, 17 de junio de 2014

Con corazón y sin piedad

Muchas veces me he preguntado, cuando oigo hablar de empresas imposibles, actos heroicos o proyectos titánicos, qué mueve, mantiene y refuerza la voluntad de sus protagonistas. Que tipo de combustible usa su motor que parece ser fuente inagotable de energía.
La respuesta a este interrogante la he encontrado mucho mas cerca de mi de lo que pensaba. De hecho la llevaba dentro: Corazón.

El corazón es lo que ha mantenido la ilusión de llegar a ser armador de un velero a través del tiempo (y los contratiempos). El corazón ha vencido al miedo llegado el momento de alcanzar ese sueño. Y el corazón es el que ahora me mantiene activo y decidido al enfrentarme a la tarea de poner al día el Quimura.
Enorme reto el que tengo por delante ya que, en estos momentos, Quimura es un territorio en el que allá donde poses la vista es zona de guerra. Los frentes son tantos y tan variados que podrían ser hasta descorazonadores, terrible palabra que solo se combate...con un corazón sin piedad.
Si piensas en TODO lo que falta por acabar el cansancio te gana sin comenzar trabajo alguno. Así que se requiere de un corazón despiadado que solo mire en una dirección por vez.
Tras los primeros sustos comentados en la entrada anterior, nos dedicamos a vaciar el barco de popa a proa para poder disponer de acceso franco a cualquiera de sus rincones mientras esperábamos que la velera nos devolviese nuestra mayor y gennaker ya reparados.
Vaciar el barco nos proporcionó un nuevo frente: revisar, seleccionar, restaurar o tirar toda la inmensa cantidad de herramientas, enseres náuticos,  piezas de repuesto de todo tipo y cachivaches que no sabes por qué motivo se llegaron a guardar con tanto esmero. Todo ello ha convertido nuestra casa en una especie de rastrillo en el que María trata de poner orden separando en bolsas por especialidades (tras un concienzudo lavado) todo ese batiburrillo : electricidad, fontanería, mecánica...etc.
Por otra parte todos los cabos, llámense escotas, amarras, drizas o lo que sea, se han lavado a fondo hasta casi recuperar su color y flexibilidad original.  Les hemos dado un agua con suavizante para terminar su recuperación.
Con todos los cofres vacíos atacamos la limpieza como paso previo al pintado. Años de suciedad se acumulaban sobre la fibra de vidrio.



Acetona, trapos viejos, cepillos y paciencia. Frotamos y frotamos hasta que llegamos a ver el color de la fibra. Sin piedad alguna repasamos rincones, recovecos y espacios apenas alcanzables de los cofres de la bañera (babor, estribor y popa). Luego, con una pintura de poliuretano de dos componentes de color gris claro, los hemos dejado impecables aunque nos haya costado un nivel de contorsionismo importante, sobre todo María, cuyas medidas parecen adaptarse a las del barco mucho mejor que las mías .


Ver el antes y el después nos anima y reconforta de los esfuerzos realizados.


Como antes decía, cuando tienes tantos frentes abiertos solo puedes trabajar pensando en uno por vez. No importa si en medio de un trabajo tienes que dedicarle tiempo a otro. Tu mente se dedica al nuevo como si fuera el único y, una vez finalizado vuelves al anterior. No puedes permitirte pensar en lo que estás dejando sino en lo que estás avanzando. A mitad de nuestro cuarto cofre, ya en el interior del salón, llegaron las velas, que colocamos rápidamente. Ver al Quimura de nuevo con su génova y mayor fue toda una alegría.
Pero Pepón, que acababa de volver de la regata de Alborán, no quería perder tiempo y nos planteó sanear el sistema eléctrico. Manos a la obra. Nos quitamos el mono de pintor y nos ponemos las protecciones de electricistas.
Si por delante el cuadro de instrumentos parecía un museo histórico por detrás era un museo pero de los horrores: maraña de cables sin identificar donde aparatos diferentes tomaban corriente de cualquier parte creando una tela de araña impenetrable.




Así que bajo la dirección de Pepón y con la máxima de "sin compasión" comenzamos con el objetivo inicial de eliminar todo lo que no funcionase o estuviese obsoleto y llevarnos el arranque del motor a la bañera. Cinco horas de trabajo delicado, probando concienzuda y previamente cada aparato al que nos enfrentábamos. Retiramos los dos radios-casete, uno de ellos fundido y el otro ya obsoleto y con muy mal sonido debido a una instalación de antena deficiente. Retiramos dos amperímetros sin uso ni función, un transformador 12 a 220 V, de muy baja capacidad y con la instalación mal hecha, y todo el sistema de arranque del motor.




Todo este trabajo ya clarificó bastante el cuadro eléctrico y, pese a que aún he de cambiar el soporte de madera, el panel de luces, instalar el GPS, la sonda (conservaré la actual, una reliquia digna de mantener operativa) la estación de VHF y la nueva radio con conexión USB, el anemómetro....uf me estoy cansando solo de escribirlo, he de confesar que he aprendido muchísimo con él y que aún me queda mas trabajo del que puedo enumerar ahora mismo. Probablemente toda la renovación eléctrica merezca una entrada propia.

Una de las tareas que si he finalizado es el traslado de todo el arranque en la bañera. Para esta modificación tuvimos que desconectar del motor la manguera con todo el cableado que iba hacia estribor donde está el panel de instrumentos. En las dos fotos siguientes se puede ver donde se conecta el sistema de arranque. en la primera tal y como estaba  antes y la segunda un detalle del conector.





 Tras quitar todas las bridas que sujetaban los haces de cables y reenviarlo por babor hasta el cofre del mismo costado en la bañera (ya pintado y reluciente) le he vuelto a sujetar en su nuevo recorrido para evitar que pueda enredarse en la correa con el balanceo. Aquí se puede ver el arranque desmontado esperando su nueva ubicación.


He tenido que ampliar el hueco que ya tenía abierto en la bañera para alojar el aparato.



Y así es como queda ya instalado por fuera...



...y por dentro


Y así queda la conexión al motor


 Ahora falta colocar una caja protectora de madera para el interior y un perfil con tapadera de policarbonato transparente para el exterior. Pero como la idea es ir mejorando el barco sin necesidad de pararlo, o sea, que lo que hagamos nos permita, en la medida de lo posible, seguir navegando, esto es un gran paso adelante

Poco a poco vamos avanzando. Con la mente puesta en el presente y el corazón en el futuro.


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