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martes, 8 de abril de 2014

El maravilloso mundo de la burocracia.

Puede que sea un iluso, pero con lo fácil que sería sellar una transacción con un buen apretón de manos, un abrazo o, por qué no, un beso, tenemos que complicarnos la existencia con papeles de todos los colores.

La primera parte de la compra del Quimura, es decir, toda la negociación con el vendedor, fue sencilla: mirar, navegar, volver a mirar, volver a navegar, hablar, llegar a un acuerdo satisfactorio para ambos y plasmarlo en un contrato particular que yo mismo redacté y que firmamos en la Taberna del Puerto donde se encuentra atracado el barco, mientras nos tomábamos una cerveza. Sencillo, directo y sin complicaciones.


Pero claro, luego viene la tramitación ante las instancias gubernamentales: Hacienda (que aunque dicen que somos todos lo cierto es que, en realidad, son ellos con mismos con su "mismedad") y Capitanía Marítima. Y aquí la cosa se complica sustancialmente. ¿Como es posible que algo que se podría resumir en cuatro frases mal contadas pueda generar tantísimos viajes, idas y venidas? Ese es el gran misterio de la burocracia.

Soy trabajador de la Administración Local, así que se por propia experiencia hasta que punto se pueden liar las cosas tratando con la Administración, así que me pedí un día de vacaciones para poder realizar tranquilamente todas las formalidades. Con la mañana completamente libre por delante, bien pertrechado de toda la documentación que disponía: contrato de compraventa, fotocopias del DNI de vendedor y mío, hoja de asiento del barco, certificado de navegación, y armado de kilos de santa paciencia me dirigí a la Delegación de Hacienda a pagar el Impuesto de Trasmisiones Patrimoniales y Actos Jurídicos Documentados (modelo 620 de la Junta de Andalucía) primer paso para que el barco figure legalmente como mío. Como ya sospecharéis se trata solo de pagar: el 4% del precio estipulado en el contrato de compraventa.

Abro un pequeño paréntesis para decir que en la flamante página de la Consejería de Hacienda de la Junta de Andalucía parece que se puede hacer este trámite telemáticamente, pero solo es una ilusión, solo es para algunos tipos de barcos. Si tienes la desgracia de comprarte un barco de fabricante algo desconocido, te toca personarte en sus oficinas. Es un aviso a aquellos que creen ciegamente en que ahora todo se hace a través de internet. Cierro paréntesis.

Primera parada: mostrador de Información de la Delegación. Allí, tras pasar el control de seguridad que me quita una navajita que siempre llevo en el bolso,  expongo el motivo de mi presencia y solicito información sobre todo el procedimiento. El funcionario que me atiende me informa que lo único que necesito es el dichoso modelo 620 que, curiosamente, no te proporcionan en la propia Delegación sino que tienes que irte a un estanco cercano para comprarlo. ¿Nada mas? pregunto sorprendido por lo ágil del trámite. Nada mas. me responde. Usted rellena lo que pueda, vuelve por aquí y yo le relleno lo que usted no sepa, le doy un numero y con los documentos originales del barco y el contrato de compraventa se liquida el impuesto. Con el alma contrita por haber pensado tan mal de la eficacia administrativa, compro el modelo, lo relleno y vuelvo al mostrador de información, tras volver a pasar por la seguridad, eso si, sin recoger la navajita. Todo correcto, vuelve a decirme el funcionario, ¿tiene la documentación original y fotocopia? ¿Fotocopia? De eso no hemos hablado nada. ¿Cómo. No le he dicho que necesita fotocopias de todos los documentos? Pues no. Lo siento, es que tengo la cabeza....no se preocupe, vaya con los originales y si le ponen pegas viene por aquí y yo le hago las fotocopias.

Agradecido a aquel buen hombre tomo el número que me da y espero que aparezca en la pantalla gastando algo de mi reserva de paciencia. Cuando me llega el turno me dirijo al puesto indicado y un nuevo funcionario toma toda mi documentación, le pone sellos, hace la liquidación me comunica que ahora no es necesaria fotocopia alguna y me dice que tengo que ir al banco a pagar el impuesto. Nuevo viaje a la oficina mas próxima del banco que maneja mis pocas pertenencias financieras y nueva espera en la pertinente cola. Por fin llego a sentarme y presentar mi papelito. El trabajador bancario comienza a teclear, pedirme DNI, y cuando parece que ya está todo de repente me espeta: este pago no puede hacerse por aquí. Tiene usted que pagar en la caja de la Delegación de Hacienda. Si, esa misma de donde vengo. Opto por pedir el dinero en metálico y regreso por donde he venido. La seguridad me registra por tercera vez y mantiene la navajita en su poder, vaya a ser que en un ataque de ira, me de por rajar algún asiento, El banco de Santander tiene un par de ventanillas y yo, en un alarde de imaginación, intuyo que es ahí donde tengo que ir a pagar. ¡con razón tiene los beneficios que tiene el banco de marras! Abono religiosamente sin esperar cola ni un minuto, todo son facilidades a la hora de coger el dinero calentito. Pero cuando creo que ya está terminado, el cajero me da un nuevo número para que me persone en otro mostrador.

La paciencia de que venía cargado está siendo seriamente esquilmada. Por fin me dirigen a, al parecer, el último trámite. Una agradable señorita vuelve a solicitarme el modelo con la liquidación efectuada los documentos y las fotocopias pertinentes. ¡Horror, se me había olvidado! Le confieso que no tengo fotocopias pero que el de información me ha dicho que él me las hace. Corro a información y... ya no está el funcionario que me atendió. Relato toda la historia a la nueva persona le ha sustituido con nulo resultado: no puede hacerme las fotocopias. Totalmente prohibido. Así que de nuevo a la calle, sin recoger la navajita ya que debo regresar. Con las fotocopias en la mano y tras el cuarto registro, ya me trato de tu con los vigilantes, espero que el puesto quede libre y, merced a la amable señorita que tiene la deferencia de colarme, logro finalizar con éxito el pago del impuesto. Dos horas y media me ha costado. Salgo del edificio despidiéndome de mis amigos los vigilantes que tan diligentemente han custodiado mi navajita

De ahí a la Capitanía Marítima. Por acortar, me limitaré a relacionar la documentación necesaria para realizar el cambio de dominio de la embarcación: Rellenar el formulario de Anotación de Transferencia de Propiedad. Rellenar el modelo 790 de pago de Tasa de registro de Buques y Empresas Navieras, ir al banco y abonarlo, 18,11  € para un barco como el mío. Volver a Capitanía con los dos documentos mas el original del contrato de compraventa con todas las etiquetas que le han puesto en Hacienda, fotocopia del Certificado de Navegación, del DNI del vendedor, original y copia del mi DNI para que la compulsen. Allí se quedan con todo eso y te dicen que en un mes, mas o menos, te llamarán para darte la documentación ya actualizada y a tu nombre aunque, no te preocupes, puedes navegar mientras tanto ya que te dan copia de la solicitud y con eso ya te vale para no quedarte en tierra. El proceso fue bastante mas rápido. Yo creo que fue porque no tenía que pasar el control de vigilancia. Eso si, otra hora y media larga de papeleo y mi reserva de paciencia absolutamente agotada.

Algo he aprendido de todo esto: No lleves navajita alguna cuando vayas a Hacienda. Ya se encargarán ellos de rajarte....el bolsillo.

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