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sábado, 30 de enero de 2016

Varada agotadora

Tras la celebración de las Navidades con su amplio repertorio de comidas, cenas, regalos, llamadas e infinidad de whatsapp (guasap, para los amigos) llegó el momento de dar otro importante paso en la puesta a punto de mi Quimura. Obviamente debía reparar la rotura que el temporal del pasado noviembre había causado en el cintón de babor pero también deseaba acometer otros trabajos  de puesta a punto del casco y del motor que, además, requerían obligatoriamente su varada. Así que el pasado día 18 de enero cogí el timón para dirigirme al varadero. 



A los profesionales les había encomendado tareas para las que yo me considero absolutamente incapacitado y que intentaré a continuación enumerar con alguna que otra fotografía. Evidentemente a Miguel y Jorge, con los que ya he trabajado cuando renové toda la cubierta, les asigné el arreglo del cintón. La madera no me da miedo y hasta pienso que no la trabajo mal del todo pero en este caso aparecía la complicación de su unión a la fibra de vidrio. Este fue el principal motivo de mi renuncia a realizar yo la tarea y encomendársela a expertos. Aun así no deje de estudiar como lo hacían para aprender la técnica. El estado de la rotura era este. 



Las dos opciones eran: o quitar todo el cintón y colocar uno nuevo o intentar la reparación del roto. De forma unánime tanto los expertos como yo optamos por la segunda. Evidentemente eso suponía ahorro económico pero mas trabajo. Hubo que re atornillar desde varios metros antes con la complicación añadida de que muchos de esos tornillos no estaban demasiado sanos y estorbaban mas que otra cosa.


Llegado ya al lugar de la rotura hubo que ajustarlo a la perfección, pegarlo con epoxi y dejarlo secar hasta el día siguiente bien presionado por gatos. 


Tras todo ese trabajo quedaba el estético. La idea era que no se pudiera apreciar la rotura y la técnica consistió en usar una mezcla de cola con serrín de la misma madera del cintón a modo de masilla. El resultado final: sorprendente.


Añadí la tarea de quitar e instalar una nueva roldana para la cadena de fondeo. La que tengo ahora está rota y el eje doblado. El viejo eje era hueco así que el nuevo lo he encargado macizo. Este es el resultado.


Otra de las mejoras que tenía prevista era cambiar todo el sistema de escape de agua y gases del motor. La situación se podía ver de forma clarísima en el cofre de popa. El cuello de cisne estaba hecho de acero o hierro pero totalmente oxidado y con una apariencia que daba miedo tocarlo además de no disponer de llave de paso alguna de manera que, si hubiese cualquier tipo de avería o rotura en él, nada impediría la entrada de agua.  


Si a eso añadimos que el prensa estopa soltaba una gota de agua cada dos o tres segundos y su apariencia no era demasiado amable, opté por encargar a Nene, el mecánico que me solucionó el tema del arbotante de la hélice, la modernización de y reparación de ambos problemas. Hice bien porque lo primero que ocurrió es que  cuando Nene fue a tocarlo para estudiarlo se quedó con el escape en la mano.

Así es como se veía el prensa estopas.


El trabajo se ha realizado solo en parte porque la idea original consistía en cambiar el prensa estopas por uno moderno, de esos secos que no dejan entrar ni una sola gota de agua. Sin embargo cuando se ha puesto manos a la obra se ha encontrado con que el disco que hay al final del motor y que abraza el eje que sale hacia el prensa estopas no había forma de retirarlo y, en su opinión, el trabajo que había que realizar para quitarlo era excesivo, así que la decisión fue mantener, saneándolo, el prensa estopas que lleva. No ha quedado nada mal.


El cambio del escape tanto por dentro como en su salida al cofre de popa y la instalación de un nuevo pasa cascos con su llave de paso me da mucha seguridad y su apariencia genera confianza.



Mientras ellos estaban en estos menesteres no vayáis a pensar que yo solo miraba. Nada de eso. Como he dicho el barco se varó un lunes. Ese mismo día se le limpió con agua a presión eliminando todo resto de algas y caracolillos aunque, según me dijo Juan, el que realizó el trabajo, estaba bastante libre de estos indeseables huéspedes. El martes ya estaba yo lijando toda la obra viva usando una máquina rotorbital que, por cierto, me prestó Pepón a quién tengo que dar las gracias tanto por este préstamo como por sus visitas y consejos. Uno de ellos fue que no lijase a fondo sino que diese un afinado nada mas. La verdad es que el aspecto general de la patente era muy bueno así que yo hice caso y dediqué toda la mañana y parte de la tarde a un trabajo físico que me devolvió a casa bastante maltrecho pero con el objetivo conseguido.
El resto de los días se fueron en lijar y barnizar el cintón tras la reparación que he descrito mas arriba, dar un producto a toda la obra viva en contra de las incrustaciones de tipo microscópico, limpiar y abrillantar toda la obra muerta del casco. Con respecto a este trabajo debo decir que, además de muy cansado tanto por el sistema manual que empleé como por el tema de necesitar mover la escalera para llegar cómodamente hasta la borda, estuve en varias ocasiones tentado de dejarlo porque, la verdad, es que no alcanzaba a ver el resultado. Yo imaginaba que cada trozo limpiado se quedaría blanco como si fuese nuevo. Pura fantasía. Solo me animó a continuar el comentario espontaneo (creo) de marineros y socios que me dijeron que vaya cambio le estaba dando. Coloqué planchas de fibra de vidrio nuevas en la sentina y la pinté dejando esa zona en muy buen estado. Como final dediqué toda la mañana del lunes 25 a pintar con patente antifouling la obra viva del casco.
No hice fotos. No tenia ni tiempo ni ganas. Ni fuerza. Han sido unos días agotadores donde la voluntad es lo que me ha mantenido fuerte y cumpliendo objetivos diarios. Solo el martes 19 el tiempo me dio un respiro al amanecer lloviendo y continuar así todo el día. El resto ni siquiera me iba a comer a casa, tomaba una tapa en la taberna del puerto, casi frente a mi varado barco, y seguía con la labor hasta que la luz menguaba tanto que me impedía seguir. El cansancio casi me gana la batalla. Pero casi. Al final yo he resultado vencedor y un día después de devolverlo al agua me faltó tiempo para navegar en mi Quimura, comprobar por mi mismo el buen funcionamiento de lo nuevo y sonreír feliz dejando que el viento me lleve de su mano.


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