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jueves, 19 de marzo de 2015

Reparación de candelero

A medida que el tiempo que llevo encargándome del Quimura se alarga, aumentan las cosas de las que soy consciente que no tengo ni idea. No me refiero a ignorar las cosas que están mal, sino a cómo acometer su necesaria reparación.
Por contra, linda paradoja, aumentan las colaboraciones que personas, amigos, me ofrecen y que suponen un aporte de conocimientos inconmensurable y una guía practica que no tiene precio.
Ha sido mi amigo Juanma, experto marino y patrón de un hermoso Moody, con amplia experiencia en el mantenimiento de embarcaciones y en especial de la fibra de vidrio quien ha dirigido en esta ocasión el arreglo del candelero de popa en estribor.




La imagen da cuenta de su estado pero si, además, querías usarlo de punto de sujeción toda duda desaparecía pues su movimiento era inquietante como mínimo. Esa era la razón principal, pero no la única pues también influyó en la decisión el hecho de que era el candelero de mas sencillo acceso: a través de la conejera de estribor. 
El primer paso era probar si las tuercas podían desenroscarse sin demasiado problema. Así que, esperando que Juanma finalizase sus obligaciones, me enfundé el mono de trabajo y me deslicé en la conejera para probar. Gran sorpresa: el aflojado fue inmediato y sencillo aunque, desde ese lugar, la imagen no era demasiado tranquilizadora.


Una vez sin sujeción subí a cubierta para ver si se podía extraer fácilmente. Otra buena suerte: sin ningún problema. Dos tornillos salieron desenroscando simplemente. El tercero se resistió, pero el candelero se pudo separar de la cubierta sin generar mayores daños.



Para entonces Juanma, por surete, ya había llegado y tomó la dirección de los trabajos. Tras examinar el estado de la fibra de la cubierta me pidió que fuese quitando la masilla que, hasta ese momento, había ejercido de base del candelero. Tras realizar lo solicitado descubrimos que la cantidad de masilla era desmesurada y que, además, ocultaba tres enormes agujeros que, dedujimos, habrían sido de un candelero anterior pero que no se habían reparado como es debido. 


Viendo que Juanma no se alteraba, yo sentí que se podía arreglar sin problema y él no me dio tiempo para dar vueltas a cuestión alguna; inmediatamente se metió en la conejera para ver por si mismo el estado de la fibra. A continuación lo lijó y saneó a fondo dejándome a mi la labor de terminar el lijado con la Dremel, esa máquina maravillosa y versátil, para acabar dándole una buena limpieza con acetona antes de aplicarle la fibra. 
Juanma fue el protagonista de toda esa fase. Primero en una plancha de madera pequeña, cubierta con un trozo de plástico de una bolsa, fue colocando los cuatro trozos de fibra que había recortado buscando un tamaño cada vez mas grande para que hiciese buen cuerpo con la cubierta. La resina la mezcló con el catalizador e iba empapando cada una de las planchas de fibra con ella hasta hacer un cuerpo con las cuatro que íbamos a colocar en la parte de abajo.






Luego, con el de nuevo en la conejera y conmigo haciendo de camarero usando la madera a modo de bandeja, tomó la fibra empapada, usando el plástico como protección, y la pegó en la zona que teníamos preparada para recibirla volviendo a aplicar mas resina hasta asegurarse que no había arrugas ni bolsas de aire. Dejó como sujeción el plástico fijado con cinta de carrocería. 


Como comprobaréis por la foto, desde dentro la sensación es que hay un pedazo de agujero pero es por lo delgado de la capa de cubierta que había quedado. El tiempo nos había llevado hasta la hora de comer así que dejamos que esa instalación tomase cuerpo hasta por la tarde en que volveríamos al trabajo. 

Sobre las cuatro y media llegué de nuevo al Quimura. Tenía curiosidad por ver como había quedado el refuerzo interior. Esto es como se veía por fuera y por dentro. 



Comencé a recortar la fibra tanto para cubrir los agujeros grandes en la parte exterior como para el conjunto de toda la base, pero como no estaba muy seguro de si lo estaba haciendo bien, opté por esperar a mi jefe de operaciones, que llegó casi a continuación de mi ataque de dudas. 



Juanma volvió a mezclar resina con el catalizador y, recortando mas adecuadamente cada botón de fibra, se dedicó a rellenar cada uno de los agujeros hasta dejar una superficie mas o menos homogénea. Y digo mas o menos por lo complicado que me pareció poder establecer si entre la parte ya sólida y la que estábamos aplicando en ese momento habíamos alcanzado el nivel adecuado. Pero contar con alguien que controla y está seguro de lo que hace solo te da tranquilidad y conocimiento, vuelvo a repetirlo. Por último acabamos colocando un nuevo montón de capas de fibra donde antes había un suelo de masilla. Al finalizar ya era hora de irnos a casa y esperar al otro día para que la resina tomase cuerpo. 
A la mañana siguiente, mis nervios eran algo mas acentuados. Primero por ver como había quedado todo y segundo porque iba a estar solo, aunque me había dejado bien instruido y sabiendo todos los pasos que tenía que dar. El primero era lijar a fondo la superficie


El segundo, la aplicación de  una capa de masilla con fibra. 



Una ventaja de esta masilla es que tiene un periodo de endurecimiento no muy largo. En una media hora ya estaba en condiciones de soportar un nuevo lijado y se le podía dar la correspondiente mano de gel coat, o sea, dejar la cubierta en condiciones de poder recibir de nuevo el candelero


Como siempre había que dejar que todo se secase adecuadamente, por ello la reposición del candelero debía posponerse otras 24 horas. Cuando pisé de nuevo la cubierta de mi Quimura me dediqué primero a la habitual y aburrida tarea de la lija aunque, en esta ocasión, con una de grano 1000, o sea, grano finísimo. Hacer los taladros fue mi siguiente cometido. 



Como veréis, siempre hago un taladro pequeño antes de taladrar el definitivo, técnica que requiere algo mas de tiempo pero que te evita errores graves. Ya con los tres agujeros del tamaño correcto debía aplicar sellador Sikaflex en toda la base del candelero y en los taladros recién hechos. En este momento apareció un problema con el que no había contado: había comprado sellador de color negro sin darme ni cuenta. Evidentemente el problema solo era de orden estético así que tomé la decisión de usarlo e intentar que el daño fuera mínimo.


Con el sellador endurecido y armado de un cutter y acetona me afané en eliminar el máximo del feo reborde negro que mi despiste había producido. Trabajo minucioso y detallista pero que no me quedó demasiado detestable.





Soy consciente de que para los mas puristas, o perfeccionistas, esta no era la decisión correcta pero yo tenía verdadera necesidad de ver el final de la reparación e instalar de nuevo los guarda mancebos con sus tensores, uno nuevo y otro también arreglado por mi. Eso fue lo que me impulsó a optar por la compra del sellador blanco mas adelante y poner este con el negro. Al final mi estribor tenia por fin toda su instalación de seguridad personal en condiciones y con un aspecto sólido. Ya solo me queda la colocación de una plancha de acero como refuerzo del anclaje por el interior. Ah, y repetir todos estos trabajos en otros candeleros que están en condiciones parecidas aunque de eso no colgaré noticia en este blog. No quiero aburriros mas de lo habitual.





2 comentarios:

  1. Muchas grácias por tu artículo, me estaba costando encontrar información sobre como realizar una reparación similar. Comparte más conocimientos, por favor

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  2. Muchas gracias. Estoy en la misma reparación.

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