El fin de semana lo dediqué a cuidar a mi mujer a quién había tenido que llevar a urgencias en la tarde del viernes por el agravamiento de su situación. Pude relajarme en relación a este tema pues me dijeron que, a pesar de su terrible apariencia, solo era una gripe aunque de dureza algo inusual por lo que indicaban los análisis de sangre y placas de pecho. Paciencia, cuidados y cariño eran las medicinas mas eficaces junto al paracetamol y el ibuprofeno. Así que me dediqué a la aplicación de este recetario con auténtica intensidad.
Eso si, pude atender un rato las necesidades de mi Quimura, el domingo por la tarde, para aplicar un lijado a fondo de todo el casco y ampliando aun mas las ampollas que ya había abierto al rascar y ayudando a su secado. Ademas puede aplicar una buena limpieza a base de salfuman para eliminar grandes manchas de oxido que existían en la proa y en la popa.
Ya el lunes comencé a visualizar los resultados del trabajo de los técnicos. El eje de la hélice ahora estaba limpio y reluciente.
Y la ampliación del agujero del casco a través del que pasaría el nuevo arbotante. Como complemento un comentario de Miguel informándome de la calidad del casco, de un centímetro y medio de grueso como mínimo.
Al día siguiente, martes, la sorpresa fue encontrar la instalación del arbotante perfectamente equilibrado. Por la tarde pude atender a las ampollas que tenía abiertas rellenándolas con masilla de epoxi que había adquirido la tarde del lunes. Se usa en una proporción de 1:1 ya que es de dos componentes y su aplicación debe comenzar con una limpieza con acetona a fondo para después estirarla sobre cada ampolla buscando un liso lo mas adecuado.
Poseidón, viendo la determinación que teníamos mi mujer y yo, comenzó a ablandar sus exigencias. María iba mejorando poco a poco pero sin cesar y yo atendía su cuidado con cariño y trabajaba en el barco el tiempo que era posible con toda la intensidad de que era capaz. Eso me permitió haber lijado totalmente todas los rellenos de las ampollas el mismo miércoles. Con inclusión de la magnífica reparación de aquella raja tan fea que encontré en el rascado del casco
También pude limpiar la hélice que sufrió una transformación casi de lujo.
Inmediatamente se instaló en su eje dejando el conjunto reparado del todo con el detalle añadido de una correcta instalación del ánodo de sacrificio.
También quedó colocado el casquillo inferior del eje del timón. En la foto se puede ver el estado previo a su reparación.
El jueves Juan, el encargado del varadero, pudo ponerse a pintar la patente mientras que yo, por la mañana, me dedicaba a dar tres manos de imprimación al conjunto de eje y hélice y arbotante aprovechando entre medias para lijar la banda de madera del costado de babor.
La mejor sorpresa fue por la tarde ya que mi mujer se encontraba tan bien que me quiso ayudar en los trabajos que quedaban por realizar. Así que allá que nos fuimos los dos a las cuatro y media. Ella se dedicó a pintar las tres manos de patentes en el conjunto de la hélice y. al igual que yo por la mañana, empleó el tiempo entre cada una de ellas en dar aceite de teca en la banda que se había lijado por la mañana mientras que yo me dedicaba a lijar la banda del costado de estribor y terminábamos de darle aceite a todo justo antes de que el sol desapareciese tras el horizonte.
Volvimos a casa con la sensación de haber logrado que Poseidón nos aceptase como habitantes de su reino, al haber logrado finalizar casi todos los trabajos a pesar de las complicaciones que nos había puesto como pruebas de admisión, aceptando, humildemente, el fallo de no haber podido pulir el casco. Lo dejaremos pendiente para una próxima oportunidad.
El viernes era el día designado para devolver Quimura al mar pero en unas condiciones muy mejoradas. Amaneció un día ventoso por lo que la vuelta a mi atraque podía darme algún problema pues lo iba a hacer de nuevo como navegante solitario. Aun así no me arredré. El barco se bajo de nuevo al mar sin problemas. Y aceptando la última prueba que el dios marino, aliado con Eolo en esta ocasión, me planteaba, lo lleve de nuevo a su atraque habitual sin mayores incidencias aunque, en honor a la verdad, con la ayuda en la llegada del marinero del puerto que atentamente me facilitó toda la maniobra. Lo tomé como un leve gesto de Poseidón a través del cual me daba una pequeña y provisional bienvenida.
en resumen: Mi mujer con la salud recuperada y otra vez participando conmigo en el mantenimiento. Mi barco de nuevo navegando con una evidente mejoría en su estructura. Yo con un montón de lecciones aprendidas y mas voluntad que nunca en convertirme en navegante. Solo puedo escribir una frase: Gracias Poseidón.
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