Fue en la primera salida. Casi llegando al amarre María me indica que la capota está rajada. Susto mayúsculo; ¿Habremos sido nosotros? Quizá en algún momento de desequilibrio nos hemos apoyado en ella y la lona no ha resistido. Lo cierto es que la tela ya tiene sus años y esta en bastante mal estado además de pasada. Sea como fuere, el desperfecto está ahí y hay que solucionarlo. Más tarde, hablando con el propietario, me entero de que le ocurrió a él. Un alivio.
Da la casualidad que la raja se ha producido justamente allí donde estaba cosida la cremallera, así que lo primero es desmontarla.
Luego dediqué bastantes minutos a quitar todo resto de costuras viejas e hilos. Trabajo de chinos a base de paciencia, un descosedor y pinzas. Menos mal que Rigoletto me estuvo acompañando haciendo mucho mas llevadero el suplicio.
Con la cremallera bien limpia, el siguiente paso consistió en cortar una tira ancha de loneta del mismo color (bueno, más bien, del color que debió tener en origen) y con la suficiente largura como para cubrir sobradamente la rotura.
Luego, cumpliendo con las buenas costumbres de los sastres, monté los dobladillos a todo el largo de la tira. Como las ciencias han adelantado una barbaridad, en vez de coser las uno con pegamento de tela. Todo un invento.
Con la tira debidamente preparada, la fijamos con alfileres a la capota cubriendo la raja por la parte interna, es decir, por lo que quedará hacia abajo. Esta parte es la mas delicada. No debe haber arrugas en la tela y el desgarro debe estar debidamente presentado.
Cuando comprobé que todo estaba debidamente presentado, cosí el conjunto. Tengo una máquina de coser marca Alpha. Doméstica pero suficientemente potente como para realizar la costura de una triple capa de lona.
Finalizado este proceso, es el momento de dar la vuelta al conjunto y trabajar por el lado exterior. Así es como queda el parche por debajo.
Con el parche bien cosido di la vuelta al conjunto y trabajé la zona superior. Usando de nuevo el pegamento especial para tela pego los bordes del desgarro a la lona del parche recién instalado. En la foto vemos la preparación. Este pegamento hay que dejarlo secar durante unos minutos para luego presionar la zona impregnada.
Este es el resultado.
Como colofón de toda la tarea, solo quedaba fijar la cremallera en su posición original. Para ello usé en la máquina una costura en zig zag pespunteada. La dificultad estribaba en que debía quedar exactamente en la misma linea del desgarro para que el hilo terminara de asegurar la unión de los bordes aunque la cremallera iba al otro lado, o sea, encima del parche.
A pesar de este handicap, el resultado no fue tan malo. No obstante, como había algunas zonas donde el hilo na había seguido bien la línea de la reparación, decidí dar una segunda pasada desde el lado superior para asegurar el resultado.
Puestos a ello, me decidí por dar una limpieza a la capota y al día siguiente le aplique una buena dosis de jabón y cepillo. No iba a quedar nueva, obviamente, pero por lo menos la sal, cagadas de paloma y otros restos de origen desconocido iban a desaparecer. Así que, aunque vieja, desgastada, algo deshilachada y ya amortizada de sobra, aquí la tenemos, de nuevo instalada y cumpliendo su función.
No se cuanto aguantará, pero sea lo que sea, seguro que constituye un ahorro para nuestras economías.
Esto me ha animado y, ya lanzado, he decidido coser una funda para el timón. Descripción del proceso en una próxima entrada.
Y a pesar de todo sigo enamorado del mar.
Hola Angel !!
ResponderEliminarYo sabia de la magia, pero no de este talento :o)
En horabuena amigo !
Patxi