¿Pero tu navegas?
-¡Claro! - contesto algo picado - ¿Para que crees que quiero el barco?
-No te mosquees, hombre. Lo digo porque en tu blog de lo que mas escribes es de mantenimiento.
- Ah, eso es porque mis navegaciones son muy triviales -explico a mi interlocutor. No navego por lugares exóticos, no dispongo de información relevante sobre mi zona de navegación que aportar a la comunidad náutica y mis conocimientos de vela son tan exiguos que mejor me dedico a leer a los demás que a escribir sobre ellos. De hecho, salgo a practicar y aprender. Nada mas.
Subtitulé este blog: aprendiendo a navegar. Y a eso dedico mi tiempo en la mar. Nada importante.
Cada salida tiene un objetivo. Un día es salir y entrar del puesto de atraque. Unas veces de proa, otras de popa. Otro día amarrar de costado, en el muelle de espera, en la gasolinera.
En una singladura solo osamos izar la mayor sin llegar a apagar el motor. En otra nos atrevimos ya con el génova y poco a poco dedicamos mas tiempo a hacer viradas comprobando con estupor que en cada bordo el rumbo me gira 180 grados. ¿Que hacemos mal? Y de nuevo otro intento, otro fracaso y un nuevo ensayo. Mas tarde aprendemos a mirar la costa. Verla desde el barco la hace irreconocible las primeras veces. Es toda una experiencia ir identificando sus accidentes, edificaciones, y formas. Otra manera de mirar.
María se ha revelado una buena tripulante. Se maneja cada vez mejor moviéndose por la cubierta con mas soltura de la que me podía llegar a imaginar, pero ...(siempre tiene que haber un pero) ...no consigue gobernar el barco. No termina de hacerse con el timón. Así que parte del tiempo lo destinamos a que vaya mejorando en ese aspecto.
Como veis, mis estimados desconocidos lectores, nada digno de quedar impreso negro sobre blanco ni aunque sea virtualmente. Sin embargo considero cada segundo pasado en esas lides de un valor inestimable. Cada maniobra me enseña algo nuevo. Con cada metedura de pata elimino otra forma de hacerlo mal y poco a poco, muy despacito, voy empezando a entender lo que me decían los libros, los profesores del PER y toda esa teoría que tengo metida en la cabeza pero no se aplicar de forma instintiva.
Como muestra, un botón. En una de las primeras salidas, nada mas pasar la bocana del puerto, veo una motora con rumbo de entrada en el puerto...y de colisionar conmigo. Soy un velero, pienso, debe cederme el paso. El tractor mete velocidad y me cruza a escasos ocho metros de mi proa. Yo me indigno porque pienso que debía cederme el paso, pero, pasado el momento de tensión, reconsidero toda la situación.Me doy cuenta de mi error. Con los nervios de las primeras veces he olvidado que yo ni siquiera llevo levantada ninguna vela. Y voy a motor, claro. Termino siendo consciente de que debía haber caído a estribor. Ahora ya no tengo que pensar en las reglas básicas de abordaje, esa experiencia me las ha grabado a fuego.
Por ahora me conformo con singladuras de dos a cuatro horas que no le interesan a nadie porque no tienen historia pero que, para nosotros, suponen un bagaje tan importante que no tiene precio.
Es por ello que no nos preocupa seguir navegando de forma trivial, por nuestra bahía de Málaga, solo en días de viento manejable porque con cada milla navegada nos alejamos cada vez más de la costa, somos capaces de ir asumiendo nuevos retos, incorporando nuevos aprendizajes. Quizá esta base que ahora forjamos nos permita un día mirar al horizonte con cierta confianza.
Después de tres meses de compartir el Eiren puedo decir que ha sido una buena decisión. Me ha permitido comenzar a practicar realmente el arte de la vela. He comenzado a tomar decisiones, a salir de pequeños apuros, a resolver pequeñas averías y sobre todo a conocer el barco, a estudiar la mar, a sentirme cada vez mas a gusto sobre ella, a valorar lo muchísimo que desconozco y a ser humilde y tener paciencia.
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