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miércoles, 4 de marzo de 2015

Varada del Quimura y pruebas de Poseidón (1)

Me había planteado varar el Quimura en la segunda mitad de febrero para evitar el exceso de demanda que suele ocurrir en las épocas de mejor tiempo. Así que el día 16, tras confirmarlo con el responsable del varadero, de nombre Juan, solté amarras para acercar mi barco a la zona reservada para esos menesteres. Como comprobareis no existe un travel lift moderno sino que solo se cuenta con elementos casi manuales pero tan eficaces como se pudieran desear. Y Quimura fue izado a tierra sin mayores inconvenientes a pesar de ser mi primera experiencia navegando en solitario; solté amarras de mi atraque y lo llevé al varadero sin ayuda alguna.
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En cuanto el casco logró salir del agua se le aplicó una limpieza a fondo usando concienzudamente el agua a presión.



Mi amigo Pepón, de quién tanto ya llevo hablado en este blog, me estuvo acompañando toda la mañana y me indicó que el siguiente paso debía ser el rascado a fondo de toda la obra viva proporcionándome además la herramienta adecuada. Pero eso sería trabajo para por la tarde porque todavía, en esa mañana, faltaba que los técnicos mecánicos estudiasen la situación de la hélice y su eje que ya me habían dado señales de que tenían algo de movimiento. 
Contar con buenos profesionales de los que puedas fiarte es un lujo que no esperaba disfrutar y que, sin embargo, he encontrado incluso mas allá de lo que pudiera soñar. Cuando el mecánico, Nene, se acercó a ver el conjunto del arbotante, eje y hélice se sorprendió nada mas mirarlo. Y mas todavía al comprobar que el eje tenía un movimiento de casi un centímetro en los 360 grados. Eso era un evidente problema con enormes posibilidades de avería de gran envergadura si no se resolvía. Pero, por si fuese poco, ademas estaba todo recubierto con fibra de vidrio con lo que arreglarlo era verdaderamente complejo. 


Pero además se pudo comprobar que el arbotante estaba totalmente corrompido  porque el ánodo de sacrificio, al estar directamente conectado con la fibra, no había funcionado en absoluto. Para completar las malas noticias descubrimos que al eje de la pala del timón le faltaba el casquillo bajo, lo que producía también una holgura que generaba un movimiento que a su vez incidía en el casquillo alto al trasmitirle un esfuerzo continuo. 
Nene me indicó que reparar todas estas deficiencias suponía la intervención de un técnico especialista en fibra de vidrio. Tras llamarlo telefónicamente, este se presentó en unos minutos. Miguel coincidió en la necesidad de acometer los trabajos apenas vio el estado de mi hélice. Así que, pese a que los presupuestos iniciales acababan de saltar por los aires y multiplicarse por tres, decidí poner solución a estos defectos y dejarlos en orden. Di la orden de comenzar todos los trabajos de restauración. 

Entonces Pepón volvió a intervenir preguntándome si la sensación de movimiento del eje la había notado después de mi pequeño enganche con un cabo de amarre. Yo, tras pensarlo un rato, le contesté que en efecto, que había sido tras ese incidente, ocurrido hacía dos días, que comencé a notar cosas raras cuando íbamos a motor. Pepón no lo dudó: me dijo que lo comunicase al seguro porque, casi con toda seguridad, eso lo podría cubrir ya que, con el metal corrompido, al enganchar con un cabo se habría roto el casquillo y el filo del arbotante. Seguí su consejo como suelo hacer con casi todos los que recibo de él. Y me encontré con otra agradable sorpresa. La persona con la que había contratado mi seguro, Sergio, de seguros AXA, se comportó de forma humana y cariñosa ademas de facilitar toda la tramitación. Me pidió una serie de documentación pero desde el principio ya me dijo que pensaba que, efectivamente, quedaría todo cubierto por mi póliza. Lo malo es que eso significaba parar el inicio de los trabajos hasta esperar la decisión de AXA. 
Estaba claro que Poseidón, conocido dios del mar, se había estado divirtiendo poniéndome complicaciones nada mas empezar mi varada y que, como parecía no haber logrado amedrentarme, tenía que recurrir a otras pruebas de mas envergadura si quería comprobar la honestidad de mi pasión marina. Y no se le debió ocurrir otra cosa que hablar con Hades, supongo que por cercanía física, y plantearle que aportase otro tipo de complicaciones pero que incidieran en la varada. Y el oscuro Hades enfermó a mi almiranta. Mucha fiebre y mucha mas debilidad. La cosa venía de algo antes pero fue justo en el momento de la varada cuando se agravó. Las continuas fiebres altas, a las que la medicación parecía importarlas muy poco, y la falta absoluta de fuerza hacían imprescindible mi presencia y apoyo continuo por lo que así, sobre la marcha, tuve que tomar varias decisiones. Primero que lo importante era esta cuestión por lo que debía dejar a los profesionales que se encargaran del trabajo del Quimura. Segundo que el tiempo que pudiera realizar trabajos en el casco sería para la parte de obra viva: raspado, lijado, apertura de ampollas y relleno con masilla epoxi.
Y tomada la decisión inmediatamente me puse a practicarla. La tarde de ese primer día pude dedicarlo a raspar a fondo toda la obra viva con la herramienta que me había dejado Pepón.




Como podéis comprobar el esfuerzo mereció la pena aunque de nuevo Poseidón tuvo que poner su añadido de pruebas buscando mi hundimiento moral o la comprobación de un mínimo de capacidad marinera. Así que al ejecutar el rascado de babor me apareció una raja de tamaño bastante sobrecogedor para un principiante como yo.


Teniendo tantos frentes como tenía en esos momentos, lo que menos me preocupaba era pelear con el dios marino y opté por lo mas seguro: le enseñé a Miguel, técnico de la fibra, la grieta y le pedí que  la reparase junto a todo lo demás. Tenía claro que, a nivel económico, si el seguro no cubría lo del arbotante, iba a ser una losa de gran peso en nuestra vida, pero estaba dispuesto a tirar para adelante hasta el ultimo aliento (y céntimo).
Como Sergio, agente del seguro del barco, me había pedido fotos del arbotante, hélice y eje, presupuestos y documentos míos, los solicité a todos los participantes en la reparación: varadero, mecánico y fibra de vidrio, pero hasta no disponer de ellos no iba a tener respuesta firme del seguro así que paralicé los trabajos hasta tener clara la cuestión económica. Sin embargo si que había cosas que no entraban en el seguro y eso, que yo pensaba hacer personalmente, se lo encargué a Nene, el mecánico. Se trataba de cambiar dos llaves que tenían el cierre con disco y poner dos nuevas con llave. Una era la del fregadero y otra la del desagüe de la bañera y bomba de achique. El mismo martes por la mañana  me enteré que ese trabajo ya estaba realizado.



Los siguientes días, desde el martes hasta el jueves me dediqué a visitar de vez en cuando el barco y cuidar a mi mujer menos una sola tarde, la del miércoles, que pude dedicarla al lijado de toda la obra viva. Eso me descubrió algunas ampollas que supuraban ese ácido raro que se produce con la ósmosis. Yo las abrí y lijé adecuadamente y las dejé así para que secasen lo mas posible. Lo que estaba claro es que la varada se iba a prolongar mas de una semana. Y que, a pesar de ello, no iba a poder trabajar lo que en principio había previsto. Así que paciencia y a modificar mi estrategia: Se haría lo que fuese posible y lo que pudiese hacer frente económicamente. Para el resto, en otra oportunidad. El jueves me dieron todos los presupuestos, retrasados por enfermedad de Miguel y los pude enviar a Sergio. el viernes por la mañana ya tenia la contestación del seguro: iba a cubrir la incidencia. Así que el mismo viernes por la tarde comenzaron los trabajos. Primero los de limpieza de la cobertura con fibra de vidrio de todo el arbotante y eje de la hélice para después retirar la hélice y el arbotante dejando un buen agujero en el casco además de revelar un montón de cabo enredado en el eje y que, con la estructura que tenía, era imposible ni ver ni retirar. Había comenzado la remodelación de todo ese sistema.




Como el fin de semana no trabajaban y yo estaba dedicado a estar con mi mujer, cuidándola, y como esta entrada ya es suficientemente grande, dejaré para un segundo relato lo ocurrido durante la siguiente semana. Pero no os preocupéis, os aseguro llegaré a un final que, aunque temporal, si que tiene. Lo se por haberlo vivido.

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